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Tres días más tarde, una mujer, María de Magdala, que conocía bien a Jesús, se dirigió al sepulcro. ¡Fue entonces cuando vio que estaba abierto! Se precipitó hacia el interior: ¡el cuerpo de Jesús había desaparecido!
Lloraba ante el sepulcro cuando un hombre se acercó a ella sonriendo. Le dijo que no estuviera triste. Luego, la llamó por su nombre; María. Entonces ella lo reconoció: ¡era Jesús!
María corrió a anunciar la buena nueva a los discípulos: ¡Jesús ya no estaba en el sepulcro, había resucitado! ¡Estaba vivo otra vez y ella lo había visto!
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
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