Pero Dios quiso demostrar que Jesús no sólo era el rey del pueblo de Israel. ¡Era el rey de todos los hombres de la Tierra! Entonces Dios envió una señal a unos extranjeros para anunciarles la llegada del Mesías. Hizo aparecer una estrella muy brillante en el cielo de un país lejano, en Oriente, donde vivían tres grandes sabios: unos magos.
Los tres magos siguieron a la estrella de Dios hasta Belén donde descubrieron a Jesús. Con el corazón lleno de alegría, los magos se pusieron de rodillas y adoraron al niño Jesús. Luego le ofrecieron regalos suntuosos: oro, incienso y mirra, porque eran muy ricos.
Así demostró Dios que Jesús venía a la Tierra para amar a todos los hombres: tanto a los pobres pastores, como a los magos ricos.
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
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