Cada vez que salía con su rebaño, un pastor gritaba con desesperación:
-¡Socorro! ¡Ayuda! ¡Me ataca el lobo!
Al escucharlo, los otros pastores acudían en su ayuda. Pero siempre era una falsa alarma y el pastor bromista se burlaba de ellos.
Un día se oyeron en el campo los gritos de costumbre, pero los pastores, cansados de acudir en vano, no hicieron nada.
Sin embargo, esta vez la desesperación era real: el lobo había aparecido y, al no tener la ayuda de sus compañeros, el bromista acabó bajo las garras del animal.
MORALEJA
En boca del mentiroso, lo cierto se hace dudoso.
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