Dios le regaló a Adán el más maravilloso de los jardines, el paraíso terrenal. Dios hizo en él árboles con frutos deliciosos y las más hermosas flores que se hubieran podido imaginar. No olvidó el agua para regar la tierra: cuatro ríos corrían por ese jardín. Dios creó todo eso para que Adán fuera feliz. Adán iba a vivir para siempre en ese paraíso y no padecería nunca hambre ni sed.
Sin embargo, Dios le advirtió a Adán que podía comer de todos los frutos, menos los de un árbol que estaba plantado en el centro del jardín. Y si algún día Adán probaba un fruto de ese árbol, conocería el bien y el mal y moriría. Por supuesto Adán prometió que nunca tocaría los frutos prohibidos.
Luego, Dios pensó que Adán estaba muy solo en su jardín. Entonces hizo venir a los animales. Y le encargó a Adán que pensara en un nombre para cada uno de ellos. Encontró un nombre para el mono, el ratón, el león, la gallina, el caballo, la vaca, el gato, y muchos otros más...
En lo sucesivo, Adán ya no estuvo solo. Sin embargo, todavía le faltaba algo. En efecto, cada animal tenía su compañera menos Adán. En ese momento, Dios creó a la mujer. Y Adán la llamó Eva.
Adán y Eva vivieron felices en el jardín. Se amaban mucho y nunca se alejaban el uno del otro.
No les faltaba nada y podían hacer todo lo que querían; balarse en los ríos, correr por la hierba, cortar las flores, comer frutos y jugar con sus amigos los animales. Adán y Eva no conocían la maldad y el dolor. Ni siquiera sabían que el mal existía. Sin embargo, el mal escogió a la serpiente para destruir la felicidad de Adán y Eva.
Un día, la serpiente se burló de Eva porque no sea atrevía a probar la fruta del árbol prohibido. La serpiente le contó que esa fruta era tan extraordinaria que, al comerla, ella se volvería tan poderosa e inteligente como el mismo Dios. Y, en lugar de escuchar a Dios, Eva prefirió escuchar a la serpiente. "Además la fruta de ese árbol tenía un aspecto tan delicioso!... Eva mordió la fruta prohibida y le pidió a Adán que hiciera lo mismo. Adán probó la fruta...
En cuando probaron la fruta, Adán y Eva se sintieron avergonzados por esta desnudos. Se sentían tan incómodos que se cubrieron con hojas. Y, cuando Dios llamó a Adán en el jardín, Adán corrió a esconderse. Dios supo de inmediato lo que había pasado. ¡Estaba muy enojado! Les dio unas pieles para que se cubrieran y los arrojó el maravilloso jardín...
Adán y Eva tuvieron dos hijos. El tiempo pasó. Los niños crecieron y, a su vez, tuvieron hijos.
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
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