Sin embargo, Dios no quiso abandonarlos. Les envió algunos mensajeros, que fueron llamados profetas, para que hablaran con su pueblo. Escogió a Elías, Isaías, Jeremías, Daniel, Jonás... y muchos más.
Daniel, un israelita, vivía en Babilonia. El rey de Babilonia, Darío, era amigo de Daniel. Pero los notables, los ministros de la corte, que estaban celosos de su amistad, prepararon una conspiración: aconsejaron a Darío que hiciera una ley: nadie tendría derecho a rezar a ningún dios, de lo contrario sería arrojado a los leones. Por supuesto, Daniel siguió amando y rezando a Dios. Fue denunciado...Entonces el rey Darío fue obligado a castigar a Daniel. Estaba muy triste porque lo quería mucho.
Por la noche, antes que Daniel fuera arrojado a la fosa de los leones. Darío suplicó a su amigo que le rezara a su Dios para que lo salvara. Darío estaba tan triste que no pudo comer ni dormir. A la mañana siguiente se dirigió a la fosa y gritó: "¡Daniel! ¿Te ha protegido tu Dios de los leones?" Y Daniel, muy animado, respondió que ¡Dios le había enviado a unos ángeles que cerraron la boca de los leones! Darío se sintió muy feliz, Daniel fue liberado y los envidiosos fueron arrojados a la fosa y devorados por los leones.
Después de Daniel Dios escogió a Jonás como mensajero. Pero, con Jonás, no fue fácil. Dios tuvo que obligarlo un poco porque Jonás no quería obedecerlo. He aquí lo que pasó. Dios, que ya estaba cansado de la maldad de los asirios, ordenó a Jonás que fuera a Nínive, la gran ciudad de los asirios. Jonás se negó porque no quería al pueblo asirio. Y huyó en un barco.
Dios, muy enojado, provocó una gran tempestad. El barco corría el riesgo de hundirse, Los marineros y los pasajeros estaban muy asustados. Jonás, comprendió que, por su culpa, Dios no estaba contento. Entonces le dijo al capitán que debía arrojarlo al agua para detener la tormenta. Jonás fue arrojado al mar y Dios calmó la tempestad enseguida.
Más, de pronto, un pez monstruoso se precipitó sobre el pobre Jonás y se lo tragó. Durante tres días y tres noches, Jonás permaneció prisionero en el estómago del pez.
Jonás le pidió perdón a Dios y el pez lo arrojó sobre la playa. Jonás marchó entonces a Nínive. Ahí recorrió la ciudad para llevar el mensaje de Dios a sus habitantes: tenían que dejar de ser malos, de lo contrario Dios destruiría su ciudad en cuarenta días. ¡Los asirios estaban impresionados! Además ¡Dios se interesaba en ellos! Empezaron a creer en Él, lamentaron haber hecho el mal y le pidieron perdón. En cuanto a Jonás, comprendió que Dios no sólo amaba a los israelitas, sino también a los asirios. De hecho, Dios amaba a todos los hombres.
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
¡Visita mis productos seminuevos para bebé y demás miembros de la familia!
Apoya con tu donativo vía Paypal
No hay comentarios:
Publicar un comentario