La mayoría de los israelitas que se habían quedado en Palestina, vivían en la región de Judea, al sur del país. Por eso también se les llamaba judíos.
No querían a los romanos. Sin embargo no olvidaban que Dios les había hecho una promesa ¡Había enviado al profeta Isaías para anunciarles el nacimiento de un rey! ¡Pero no un rey para gobernar el país y hacer la guerra! ¡No! Un rey que tendría el espíritu de Dios en su corazón, un rey lleno de amor por los hombres. Un rey para siempre. Y los judíos aguardaban ansiosos la llegada de ese rey. Esperaban al rey prometido por Dios y le llamaban el Mesías.
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
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