Un lobo muerto de hambre se admiró del buen aspecto de un perro fuerte y gordo.
-Si me sigues, estarás tan fuerte como yo- dijo el perro-. Solo tienes que adular a los de la casa y complacer al amo. Él te dará sabrosos restos.
Marcharon juntos y, en el camino, el lobo vio el cuello con heridas de su compañero.
-Es de la argolla con que me atan- le explicó el perro.
-¿Atado?- exclamó el lobo-. ¿No puedes correr por donde quieras? Pues a ese precio no quiero ni el más rico tesoro.
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