Imagen cortesía de Blogs de Matemáticas, Informática y Religión
Los años pasaron. En el desierto de Judea, no lejos de Jerusalén, vivía un hombre que se llamaba Juan el Bautista. Cada día, él bautizaba a la gente con el agua del río Jordán. Y contaba que el Mesías iba a venir. Pedía a todos que fueran buenos, amables, que no hicieran el mal, que amaran a Dios. Cuando Juan bautizaba a los judíos en el agua, era como si lavara sus pecados.
Un día, Juan el Bautista vio venir hacia él a un hombre que quería ser bautizado. Inmediatamente reconoció a Jesús, el Mesías. Juan el Bautista lo bautizó. Para él fue un gran honor. Cuando Jesús salió del agua, el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de una paloma. Al mismo tiempo se oyó la voz de Dios diciendo: "este es mi hijo bien amado y, en Él, yo he puesto todo mi amor".
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
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