De pronto vio que un samaritano se acercaba montado en su asno. Desde hacía mucho tiempo, los samaritanos eran enemigos de los judíos. El herido estaba seguro de que fue el samaritano quien, al fin, le brindó ayuda; lo curó, lo hizo montar sobre su asno y lo condujo a un albergue.
El samaritano dio prueba de una gran generosidad hacia el judío, su prójimo. Entonces Jesús le dijo al hombre que lo había interrogado: "Ve, y tú también haz lo mismo".
Jesús contó otra parábola para explicar lo que significa la generosidad y el perdón.
El hijo de un hacendado, muy rico, le pidió un día a su padre que le diera su herencia porque quería hacer un viaje muy largo. El padre aceptó y el hijo se fue.
En el lugar donde vivió, el hijo hacía fiestas de día y de noche. Gastó todo el dinero en ropa lujosa y en banquetes. Pronto se quedó sin nada. Por ello tuvo que trabajar cuidando los cerdos de un granjero a cambio de un poco de comida.
Sin dinero y hambriento, el joven regresó a casa de su padre. Le suplicó que lo perdonara y lo tomara como sirviente. Pero su padre, feliz al volver a ver a su hijo, lo recibió con cariño y organizó una gran fiesta en su honor. El hijo mayor, que había permanecido trabajando con su padre, se enojó mucho. Su hermano menor se había portado muy mal. El padre lo convenció de que debía compartir su alegría: ¿acaso no había encontrado al hijo que había perdido?
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
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