Iba una muchacha camino al mercado con un cántaro de leche que acababan de regalarle.
-¡Qué feliz estoy! -se dijo-. Vendiendo esta leche, compraré huevos; los pondré a incubar y así obtendré muchísimos pollitos. Nada más salir del cascarón, los alimentaré bien para poder venderlos en cuanto estén gordos y hermosos, y con el dinero que me den por ellos, compraré un cerdo.
Mientras caminaba contenta, se imaginaba alimentando al cerdo con bellotas y a todos los vecinos felicitándola por el buen aspecto del animal.
-A cambio de ese magnífico cerdo, seguro que me dan el dinero suficiente para comprar una vaca con su ternero. Por las mañanas la ordeñaré y luego llevaré la leche al mercado, y con lo que me paguen...
Y así, absorta como estaba planeando su futuro no vio la piedra que había en el camino y tropezó.
El cántaro de sus sueños fue a parar al suelo; se hizo añicos y se derramó toda la leche.
-¡Adiós huevos, pollitos, cerdo, vaca y ternero!
MORALEJA
No hagas castillos en el aire contando con lo que aún no tienes.
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