Infante Don Juan Manuel
Había una hombre muy rico que, por un revés de la fortuna, se quedó sin nada, salvo una moneda con la que pudo comprar un puñado de habas.
-¡Qué desgraciado soy!- gemía -. ¡Yo, que antes tenía los mejores manjares, ahora me veo condenado a alimentarme con estas amargas habas...!
Así llorando, comenzó a pelarlas y a tirar las cáscaras.
Al volver la cabeza vio que otro hombre recogía las sobras que él tiraba.
-¿Por qué haces eso? -preguntó intrigado.
-Porque antes tenía una gran fortuna- contestó el otro hombre-, pero me he arruinado y ahora tengo hambre. Por eso me complace comer las cáscaras que tú arrojas.
Al escucharle, el dueño de las habas comprendió que su posición era mucho mejor que la de otros y no debía lamentarse.
-Ven conmigo- dijo dirigiéndose al más pobre-, y compartiremos lo que tengo.
MORALEJA
Siempre hay otro más pobre y desgraciado que uno mismo.
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