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Hartzenbusch
-¡Qué mal -gritó la mona-, que estoy sin rabo!
-¡Qué mal estoy sin astas! -repuso el asno.
Y, a continuación, dijo el topo:
-Más debo yo quejarme, que estoy sin ojos.
No reniegues de tu fortuna, que otros podrán dolerse más de la suya.
MORALEJA
Si se repara, nadie en el mundo tiene dicha completa.
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