A veces, Jesús realizaba cosas extraordinarias para mostrar el poder de Dios: ¡Jesús hacía milagros!
Curaba enfermos y le devolvía la vista a los ciegos. Incluso resucitaba a los muertos.
Mucha gente había oído hablar de este hombre maravilloso que hablaba del amor de Dios y hacía milagros.
Y, cuando Jesús llegó con sus discípulos a la ciudad de Cafarnaúm, la multitud acudió para verlo y escucharlo.
Un día, unos hombres que llevaban en una camilla a un hombre paralítico, trataron de acercarse a Jesús, ¡pero había demasiada gente a su alrededor! Entonces se subieron al techo de una casa y bajaron la camilla cerca de donde estaba Jesús. El paralítico creía en Jesús y pensaba que él podía curarlo. Jesús se inclinó sobre el hombre inválido y le dijo: "¡Levántate y anda!" Y el hombre, que creía con tanta fuerza en Dios, se levantó de su lecho y caminó.
Jesús curaba a los enfermos para demostrar que Dios los amaba.
Una mañana, Jesús atravesaba el lago de Tiberíades con sus discípulos. En la otra orilla, lo esperaba una numerosa multitud. Eran miles de personas que querían escuchar las palabras de Jesús. El les hablo durante mucho tiempo, hasta el anochecer. ¡Todo el mundo empezó a tener hambre, pero no había nada que comer!
Jesús y sus discípulos solo tenían cinco panes y dos peces.
Sin embargo, Jesús pidió a sus discípulos que alimentaran a la multitud.
¡Era imposible, había más de cinco mil personas! Entonces Jesús bendijo los cinco panes y los dos peces y luego los partió. La distribución empezó: un pedazo de pan y otro de pescado para ti también y seguía habiendo más y más, a medida que los discípulos lo distribuían. ¡Cada uno de ellos recibió un pedazo de pan y una ración de pescado!
Y, cuando todos quedaron saciados, ¡todavía sobro suficiente pan como para llenar doce cestas!
Tomado de Gilles-Sebaoun É., Roederer C.. (1999). Mi Primera Biblia. 3a reimpresión México: Megaediciones.
Apoya con tu donativo vía Paypal
No hay comentarios:
Publicar un comentario